Generalmente
en Latinoamérica, y posiblemente en las demás naciones del mundo que eligen a
sus gobiernos por la vía electoral y
democrática, el voto de los pobres, define al ganador de las elecciones
presidenciales. En mi opinión esta realidad se cumple con mayor certeza en los
países con sistemas electorales de una sola vuelta, donde se decide elegir al ganador
por mayoría simple de un solo voto, tal como sucede en Venezuela y otros países
latinoamericanos.
Siendo
el voto de los pobres tan determinante en una elección presidencial, es la
razón por la que los candidatos populistas e irresponsables, ofrecen cualquier
cosa que contribuya a conquistar el voto de los pobres. Hablan de: a) la
inclusión social, b) de combatir el hambre y la extrema pobreza, c) de la
distribución equitativa de las riquezas de la nación, d) de mejorar la
educación y ofrecerla gratuita en todos sus niveles, e) de ampliar los
subsidios y regalar viviendas, autos, y enseres domésticos f) de darles poder y
permitirles gobernar, g) de garantizarles estabilidad laboral por ley, h) de lograr la buena salud de la población i) de mejorar sueldos, salarios y beneficios,
j) de mejorar el transporte, la vialidad y los servicios, etc., etc. En
Venezuela, esa es la tónica utilizada
por los partidos políticos populistas de la izquierda extrema del régimen.
La
contradicción de estos líderes populistas se presenta cuando se les pregunta, o
se les azuza sobre la forma práctica como pretenden financiar tales
espectaculares ofrecimientos electorales. En Venezuela (según argumentaciones
del chavismo) existía la creencia de que el pobre no recibía los “barriles de
petróleo” que le correspondían por ley, razón por las que una vez que llegaron
al poder crearon, un lema muy llamativo y pegajoso que versa así: “Ahora el
petróleo es del pueblo”. El amigo lector conoce bien cuál es la triste
realidad de nuestra industria petrolera. PDVSA está endeudada, disminuida e
incapacitada para crecer, importando crudos livianos y gas natural, intentando
vender sus activos para tener liquidez económica.
Los
políticos latinoamericanos de extrema izquierda, venden sus populistas ofertas
con tal exquisitez, que las personas pobres menos informadas y menos pensantes,
caen cautivadas ante el encanto que se desprende de estos mensajes los cuales
me permito calificar de caza bobos. A esta, la denomino política de las
dádivas.
Por
ello, las elecciones en dos vueltas y los debates públicos y televisados, entre
los aspirantes a la presidencia de un país, tal como existe en países más
desarrollados que Venezuela, son tan útiles en la escogencia del candidato adecuado
para gobernar a un país. Ello permite darle importancia por igual a todos los
temas vitales para la población y para el país, que les permita elegir más
acertadamente al presidente y al gobierno de su preferencia, que estén mejor
preparados para gobernar.
Definir
un modelo económico adecuado que contribuya con el desarrollo integral del
país, es en opinión de numerosos expertos en economía, y la mía propia, obvio y
fundamental para lograr el equilibrio fiscal de una nación. El crecimiento sostenido
del PIB, reducir la inflación, fortalecer la moneda nacional, generar nuevos y
más empleos, ofrecer confianza política y jurídica a los inversionistas
privados, aumentar de la oferta y la demanda; son algunos de los indicadores
económicos de tal modelo para lograr su éxito y propósitos.
A
propósito de la cercanía de la 2ª vuelta electoral en Brasil, para elegir al
próximo presidente de ese país, se presenta una interesante oportunidad de
observar la tendencia natural del “pueblo pobre” del Brasil sobre supuestas preferencias electorales por
el populismo, votando por Dilma Rousseff reeligiéndola presidente. De no ser
así y producirse una dispersión de los votos del “pueblo pobre”, el ganador
sería Aécio Nieves, y se estaría demostrando con esto, la madurez electoral y
política del pueblo brasileño. Con estos resultados, se estaría dando además, un mensaje a los políticos de izquierda que
utilizan el populismo, a que empiecen a recapacitar sobre adquirir una nueva manera de hacer campañas electorales,
sin sub estimar al elector.
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