miércoles, enero 09, 2008

Con todo el respeto y consideración a los familiares de los secuestrados por grupos narco terroristas de las FARC – al ver tanto despliegue publicitario, tanta hipocresía política, tantas ansias de figuración de personajes, tanta exageración sin limites y sin escrúpulos, tanta manipulación abierta, tantas traiciones, tanta intriga y seguramente tantos negocios jugosos en juego - en mi opinión, no es mas que una asquerosa negociación y un juego de poderes regionales e internacionales que a las personas de a pié de la sociedad civil como yo, nos dan tristeza y hasta ganas de vomitar.
Invocar intereses humanitarios, jugar a las películas de espionaje y de contra espionaje, a la política barata y demagoga, utilizando cruelmente la buena fe de los familiares de estos secuestrados; quienes deben estar sintiendo un enorme dolor, drama, frustración y angustias genuinos - algunos de ellos por varios años que casi tocan la década - son síntomas de que nuestras sociedades democráticas latinoamericanas están colapsando, y no precisamente por que los izquierdistas radicales y los terroristas estén triunfando ideológica ni militarmente, sino porque éstas se estarían convirtiendo en un grupo de países alcahuetes, corruptos, débiles e inmorales, capaces de negociar lo innegociable, por algún beneficio económico, egocentrismo y/o favor político.
Muy pocos países en Latinoamérica se han mantenido cautos y responsables en este vulgar y patético show de la liberación de los secuestrados.
Es bochornoso ver la complacencia de líderes de algunos países suramericanos con las narco guerrillas y hasta a políticos, líderes y/o personajes colombianos que operan en el seno de la sociedad colombiana como quintas columna de las narco guerrillas; y al mismo tiempo, atacar solapada y abiertamente y sin ningún pudor, al gobierno colombiano, electo democráticamente por amplia mayoría, para intentar debilitarlo; con el hipotético descarado y preconcebido propósito de crear una crisis política en ese país, quizás con la ilusión malévola de pretender impulsar un comunismo en Colombia, al igual que lo intentan en Venezuela y así facilitar la expansión del castro comunismo antiimperialista en América Latina.
Observar al presidente venezolano Hugo Chávez intentar jugar al rol de benefactor y defensor de los derechos humanos - teniendo a cientos de presos y a millares de perseguidos políticos y asimismo verlo actuando como un tirano para la mayoría del país - y al mismo tiempo, actuar como si fuera una víctima del presidente colombiano, porque lo cesanteó como negociador; y por otra parte ver a otros presidentes y oscuros personajes latinoamericanos hacerle el coro; produce indignación y desprecio por éste y por su camarilla de compinches y sinvergüenzas.
Es conocida también la red de narco terroristas colombianos que se expanden aceleradamente en nuestro territorio nacional con la ayuda directa de funcionarios y militares del gobierno venezolano, lo cual hace a Venezuela cada vez más vulnerable y propensa a que se produzca una guerra civil, invasión o revuelta popular que ponga fin a tanto fanatismo y abuso de poder; o por el otro lado, que se termine de instaurar una dictadura sangrienta de extrema izquierda, sin precedentes en nuestra historia.
Me pregunto: ¿Cómo se puede actuar democráticamente o negociar con un grupo de narco terroristas que han matado cobarde e impunemente a tanta gente inocente? ¿Es que acaso en la política no existen principios ni escrúpulos? ¿Es que acaso algunos de estos protagonistas está detrás del premio Nobel de la paz?
El juego sucio de la ultra izquierda latinoamericana, auto denominados incorrectamente como corriente progresista – ya que representan al atraso, la barbarie y a la corrupción - está tan descubierto, que el presidente de Nicaragua Daniel Ortega, compinche y vividor de Hugo Chávez, hasta trató públicamente de “hermano” al narco terrorista criminal Manuel Marulanda, algo insólito nunca visto en un presidente electo democráticamente.
Precisamente, por esta complacencia y vista gorda ante las acciones narco guerrilleras por parte del gobierno, Venezuela esta cada día más inmersa en el submundo del terrorismo y de la delincuencia, donde las contradicciones están a la orden del día; a tal punto, que nuestra querida patria estaría siendo vista por las comunidades democráticas mas sólidas y desarrolladas del mundo como una amenaza para la democracia latinoamericana y mundial.
No deja de preocupar la extraña y exagerada posición del presidente francés en este show, quién ha criticado soslayadamente al presidente Álvaro Uribe, y ha tratado de involucrar hasta al Papa, para lograr la liberación de Ingrid Betancourt -por cierto, más colombiana que francesa - contribuyendo a darle mas protagonismo a las FARC del que se merecen y de paso molestar al gobierno colombiano y al de los EE.UU., según sus costumbres liberales ancestrales. ¿Es que acaso el presidente Francés confía mas en Hugo Chávez que en Álvaro Uribe? ¿Pueden el gobierno francés o el venezolano, o cualquier otro gobierno, tener más interés en la liberación de los secuestrados que el gobierno colombiano?
Pretender sacar provecho político o de cualquier otro orden de la crisis de los secuestrados por las FARC intentando pescar en río revuelto, es un crimen asqueroso que debe ser repudiado por toda la comunidad internacional. En mi opinión, el gobierno colombiano y el presidente Álvaro Uribe deberían recibir un respaldo masivo de toda Latinoamérica y del mundo, en la búsqueda de soluciones a esta crisis. Al fin y al cabo, el país que sufre esta guerra interminable es el colombiano; y en consecuencia, debería respetársele su soberanía y el derecho que tienen de manejar la situación según el interés de su pueblo.
En un viejo articulo titulado “La violación de Europa por el Islamismo”, interpreté, que una de las supuestas razones por las que el europeo en general, rechaza y critica las políticas norteamericanas, inglesas, israelíes y japonesas, entre otros; es la de que estos países no aceptan chantajes ni negocian con narco terroristas, principios éstos con los que algunos indulgentes gobiernos pseudo izquierdistas latinoamericanos, al parecer tampoco están de acuerdo ni aceptan y siempre están prestos a negociar lo innegociable y a tapar ollas podridas, por miedo a la verdad.
Aprovechando que es tiempo de navidad, de reflexiones, de sueños y de ilusiones; nada mas propicio como para rezar por una Venezuela libre de amenazas a las libertades; con mis deseos personales y familiares, por un año nuevo 2008 que nos ilumine a todos a lograr el sendero de regreso a la democracia y a la paz.

martes, enero 08, 2008

El Arte de Callar
Es bien conocido y aceptado por la mayoría de las sociedades del mundo, que el saber hablar en público es una gran virtud en una persona. Para los políticos, los religiosos, los abogados, los vendedores, los educadores, los comediantes, los promotores en general, y para muchísimas otras profesiones y oficios; el hablar bien, es sinónimo de éxito y de poder. Podría afirmarse que el hablar bien es una especie don o arte y quién lo ejerce posee una gran fortaleza humana, y en cierta forma es un privilegiado.
Sin embargo, el que posea esta virtud o don, debe estar alerta ante la tentación de hablar de más y debe poseer, o bien dotarse de la habilidad de saber CALLAR, cuando corresponda. Por lo general, la persona que sabe hablar bien, tiene la tendencia de excederse en ciertos límites. Un buen orador disfruta hablando y por lo general tiene un enorme poder de convencimiento sobre las personas. Por algo, los grandes oradores políticos y religiosos de la humanidad llegan a poseer un encanto tal, que hasta pueden generar histeria en las multitudes de sus seguidores, por sus encendidos y vehementes discursos.
Esta capacidad de convencer y poder llevar a la gente a ciertos extremos de euforia, de éxtasis e identificación plena con el orador de turno y sus mensajes, no deja de tener sus riesgos y peligros, puesto que personas normales pueden ser convertidas en fanáticos políticos o religiosos, con las consecuencias que estos tipos de fanatismo puedan representar. En consecuencia la virtud o don de un buen orador debe ser complementada con una buena dosis de ponderación, responsabilidad sensatez y control, para que ésta sea positivamente enriquecedora y arroje los resultados perseguidos por el orador según sea su causa. Por lo general, a un buen orador, se le hace difícil oír, aceptar y el tener que CALLAR a tiempo. Esa pudiera ser la diferencia entre un gran estadista y un político fanfarrón; o entre un buen pastor y un charlatán.
El arte de hablar es sin duda un arte excelente, pero ¿quién nos enseña el arte de guardar silencio? Pudiéramos afirmar, que el saber hablar y el saber CALLAR son ambos tan importantes, que poseer ambas cualidades o dones es una gran bendición de Dios. Existen muchas experiencias y frases celebres que recogen, lo importante que es el saber CALLAR. Veamos algunas de éstas:
Lo que se deja expresar, debe ser dicho de forma clara; sobre lo que no se puede hablar, es mejor CALLAR. Ludwig Wittgenstein (1889-1951) Filósofo británico, de origen austríaco.
Mejor es CALLAR y que sospechen de tu poca sabiduría que hablar y eliminar cualquier duda sobre ello. Abraham Lincoln (1808-1865) Político estadounidense.
La mitad del mundo tiene algo que decir, pero no puede; la otra mitad no tiene nada que decir, pero no calla. Robert Lee Frost (1874-1963) Poeta estadounidense.
Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a CALLAR. Ernest Hemingway (1896-1961) Escritor estadounidense.
Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y que resisten la tentación de decirlo. James Russell Lowell (1819-1891) Poeta y escritor estadounidense.
En base a lo anteriormente expuesto, luce obvio, que el hablar de más e inoportunamente, pudiera traerle consecuencias desagradables al orador y correr el riesgo de que le manden a CALLAR, o le tilden de ignorante, inmaduro, imprudente, charlatán, locuaz, o simplemente loco.
Las experiencias desagradables que ha tenido y sigue teniendo el presidente Hugo Chávez por hablar de más, parecieran estar indicándole que es tiempo de que debe aprender a oír, escuchar, atender y a…...CALLAR, so pena de seguir cayendo en la escala de la credibilidad, que tanto cuesta restituirla, cuando ésta se pierde.
Para nosotros los venezolanos es una pena y una vergüenza, que nuestro presidente no tenga el equilibrio, sensatez y la ponderación suficientes, como para saber CALLAR a tiempo. Independientemente de que políticamente le adversemos, al fin y al cabo es el presidente de todos los venezolanos y queremos que siempre quede bien y no haga el ridículo, sobre todo cuando se trata de eventos internacionales importantes.
Esa manía o fijación insana de querer romper los records de duración de los discursos de oradores como Fidel Castro y Adolf Hitler, no tiene ningún sentido ni beneficio para su pueblo. Esa tendencia acomplejada y maligna y de intentar descalificar y odiar a quién le adversa o rebate algún argumento suyo, le hace hablar más de lo debido. Esa costumbre de adornar cada frase y parafrasear más de lo debido, a menudo se le revierte como un boomerang. Ese intento permanente y vano de pretender aparentar ser un hombre culto y estudiado, en lugar de ganarse la admiración del observador, lo que hace es despertar sospechas de su inmensa ignorancia. Eso de hablar todo el tiempo de la historia, de nuestros lideres y libertadores, lo que hace es cansar y confundir mas al venezolano y al oyente, respecto a la verdadera historia venezolana; la cual por cierto, el presidente está tozudamente empecinado en modificar.
Por esa obstinación en hablar todo el tiempo y decir lo que no debe decir, el presidente Hugo Chávez pierde aceleradamente el poco de credibilidad que ha tenido y el respeto que se le debe tener a un primer magistrado de la república, lo que sin duda alguna daña la imagen y los intereses del país y en cierta forma, humilla y empaña el gentilicio del venezolano, siempre orgulloso de su origen y de su País, aún en las mas difíciles situaciones.
UN PRINCIPIO PARA CALLAR
La reserva necesaria para guardar silencio en la conducta ordinaria de la vida no es una virtud menor que la habilidad y el cuidado en hablar bien; y no hay más mérito en explicar lo que uno sabe que en CALLAR bien sobre lo que se ignora. A veces el silencio del prudente vale más que el razonamiento del filósofo; el silencio del primero es una lección para los impertinentes y una corrección para los culpables.