Es
asombrosa la similitud de las políticas de los presidentes Cristina Fernández y
Nicolás Maduro. Pareciera ser que leen los mismos libros, y/o utilizan los mismos
asesores. Ambos hacen largas e insólitas cadenas de radio y televisión. Ambos odian
con fervor extraño a sus adversarios políticos. Ambos mienten y manipulan frecuentemente.
Ambos tienen los mismos gobiernos totalitarios
como amigos. Ambos son populistas. Ambos son demagogos. Ambos han fracasado en
sus políticas económicas y sociales. Ambos odian visceralmente a los EE.UU. y a
países democráticos desarrollados. Ambos odian tenazmente a los israelíes. Ambos
van en creciente deterioro de su popularidad. Ambos abusan a diario del poder. Ambos
son enemigos acérrimos de los medios de comunicación privados. Ambos están ideológicamente ganados al marxismo -
leninismo.
Como
todo presidente totalitario y déspota, Cristina y Nicolás se escudan detrás del
pueblo y del ejército, como su frente de choque, contra la sociedad civil
disidente. A ese pueblo necesitado, con tantas carencias, lo utilizan mezquinamente,
con dádivas y mendrugos de pan, para exigirles lealtad. A los militares les dan
cargos, más poder del que normalmente tienen y les permiten violar las leyes
con impunidad, mientras hacen negocios turbios para enriquecerse. Cuando el
país está económicamente próspero y existe
un clima político, social relativamente aceptable; el trinomio funciona
a la perfección y estos dos gobiernos, ganan elecciones haciendo alguna que
otra trampa, la cual por lo general pasa desapercibida ante un pueblo al que
solo le importa comer y un ejército satisfecho por su posición privilegiada de
cogobierno.
Cuando
los resultados económicos empiezan a deteriorarse por las malas políticas del
gobierno, aunado a factores externos
imprevistos; empiezan a surgir malestares de los diferentes sectores del país.
Para los gobiernos de Argentina, Venezuela y Cuba, entre otros gobiernos
latinoamericanos, ha sido una enorme tragedia el deterioro operativo de PDVSA,
y el descenso dramático de los precios del petróleo. Esta última circunstancia,
derrumba prácticamente un proyecto político continental que avanzaba
peligrosamente alimentado políticamente por Cuba y económicamente financiado
por Venezuela. Los efectos están expuestos a la vista de todos. Es tan grave la
situación que en ambos países se piensa y se mencionan auto golpes.
No
obstante, el enorme deterioro en popularidad de ambos mandatarios de Argentina
y Venezuela, señalados en múltiples sondeos y encuestas; tanto Cristina como
Nicolás siguen esperanzados en el apoyo multitudinario de sus respectivos
pueblos y confían vehementemente sin reservas en sus ejércitos.
Por
ello, Cristina está convocando a una gran marcha de su pueblo para demostrarle
al mundo y al país que la marcha del silencio fue un fracaso. Por su parte, Nicolás,
el
apoyo que ha recibido Antonio Ledesma de la población venezolana, está
programando una concentración multitudinaria para demostrarle al mundo y al
país, que no obstante las grandes dificultades de todo tipo del país, él aún
tiene el apoyo de su pueblo.
Los
resultados a esperar de ambas concentraciones probablemente satisfagan a Cristina
y a Nicolás. Sobre todo si consideramos las habilidades de ambos mandatarios en
manipular y en comprar conciencias. No obstante, les sugeriría que indagasen
sobre las personas que asisten a estas marchas en contra de su voluntad por
temor a perder sus empleos, así como los asistentes a quienes les pagan por su
asistencia.
Cristina
y Nicolás, tienen que entender que las grandes multitudes que años atrás
aclamaban a Néstor y a Hugo, ya no son las mismas, ni tienen el mismo tamaño,
ni las mueve el mismo motivo. Las multitudes actuales son altamente inferiores
en tamaño, en calidad, en calidez y en fervor. Dado que sus líderes murieron
inesperadamente y el pueblo no siente el mismo amor, ni lealtad ni cariño, ni
respeto por sus respectivos sucesores. Sobre todo, por el fracaso de éstos
últimos, al negarles la culminación de sus sueños.