Empezaré por discúlpame ante los políticos honestos que no han sucumbido
aun al poder del dinero para corromperse. Sé que los hay y que son muy
honestos. No obstante, pareciera ser que los políticos corruptos aumentan exponencialmente
a nivel mundial, y se multiplican como la hierba mala. Cuando aplicas los
métodos existentes para eliminarla, sigue creciendo y reproduciéndose
aceleradamente.
Es difícil determinar las razones por las que un político considerado
honrado, se convierte en corrupto, al menos que sea cleptómano por nacimiento.
Sabemos que para que para que exista un corrupto, debe existir un corruptor. A
veces los corruptores son tan hábiles, convincentes, simpáticos y seductores que
a muchos de los seres humanos nos cuesta rechazarlos y denunciarlos.
Por lo general, un político, exitoso, antes de asumir el poder se ve
repentinamente rodeado de: aduladores, serviciales, aventureros de cuello
blanco, asesores inescrupulosos, caza fortunas, etc.; cuyos ocultos propósitos son
los de aprovecharse de las bondades que representan estar cerca del liderazgo y
poder del gobierno, para adquirir poder y enriquecerse, con los dineros
públicos. Estar alerta es la cosigna.
A mí en particular, me duele más la corrupción que sucede en los países
pobres, como los de África, Oceanía, Latinoamérica y parte a Asia, puesto que
son estos países pobres y sus poblaciones las que se ven afectadas injustamente
por esos actos de corrupción, los cuales impiden que estos se desarrollen o
avancen hacia esa meta.
Cuando oigo hablar o leo acerca los montos extraídos del tesoro público
de Venezuela, por funcionarios del gobierno actual y anterior; por concepto de
actos de corrupción, por miles de millones de dólares, surgen en mi mente los
diversos proyectos de inversión que han dejado de realizarse en áreas claves
tales como las de: educación, servicios eléctricos, servicios hidráulicos,
salud, vialidad, etc.; en las cuales descansan la mayor parte de nuestros
problemas. Esos ladrones merecen un castigo ejemplar.
Lamentablemente, es en esta clase de países pobres o en vía de
desarrollo, es donde la corrupción hace los mayores estragos, e impide que
estos países logren sus propósitos de crecimiento económico. Los tipos de
gobiernos autoritarios, donde la institucionalidad desaparece, la impunidad
campea, la constitución y las leyes existentes son violadas reiteradamente, los
derechos a la justicia se niegan, los medios de comunicación se silencian y los
derechos humanos se pisotean, para facilitar tales desfalcos, entre otros
motivos.
Si los legisladores y políticos honrados que aún quedan en
Latinoamérica, desean hacer algo al respecto por su región; deberían empezar
por blindar las constituciones de sus países, hacer más rígidas las leyes,
fortalecer y agilizar los controles de captación de actos de corrupción y procesar
y castigar ágilmente a los culpables. Las nuevas generaciones de políticos y
empresarios de Latinoamérica, deberían dar el primer paso, para eliminar de una
vez por todas, los actos de corrupción que utilizan usualmente en el proceso de
crear y administrar industrias para hacer rendir ilegalmente a sus negocios. A
las instituciones y sistemas de justicia, les compete aplicar la justicia ciega
como medida única que contribuya a extirpar este cáncer que nos carcome.
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