Una persona que ha sido declarada la más importante e
influyente del mundo durante el siglo
XX, entre a población mundial cercana a
los 10 mil millones de habitantes, y por encima de científicos, artistas, deportistas, religiosos,
presidentes de repúblicas, políticos, y otras personas brillantes que lograron
y aportaron para la humanidad incuestionables, irrefutables y valiosísimos éxitos
en sus respectivas vidas; merece que se le quiera, que se le elogie, que se le
admire e idolatre y por sobre todas las cosas, se tome como referencia y ejemplo para las
juventudes actuales del mundo, de lo que una simple persona nacida en una
tierra donde millones de seres humanos
eran brutalmente discriminas y maltratadas por el solo hecho del color
oscuro de su piel.
La persona que ha recibido
semejante distinción pudo haber elegido ser todo un exitoso profesional del
derecho ejerciendo su profesión entre sus sufridos conciudadanos, y
enriquecerse enormemente prestando sus servicios a millones de quejas y
reclamos que provenían de esos seres humanos quienes eran prácticamente
tratados como animales.
Por el contrario, Nelson Mandela,
escogió el camino más duro, abnegado y difícil, como fue su lucha contra el
denominado y odioso “apartheid” ejercido por siglos en esa bendita tierra, por
los Africans, tal como eran conocidos los ciudadanos de África del Sur de piel
blanca, descendientes de los colonos que habían permanecido por siglos durante
la épocas de la colonización del continente africano ejercido por países
europeos, en búsqueda de nuevas tierras que dominar y explotar, de esclavos, de
riquezas, de minerales y poder.
De Nelson Mandela se ha dicho que
fue valiente, persistente, abnegado, honrado, luchador, visionario, atrevido, audaz, humilde y sencillo. Sin duda
alguna, fue el líder mundial más destacado del siglo XX.
La historia de África del Sur ha
podido cambiar quizás para peor si no hubiese sido por Nelson Mandela. El ha
podido gobernar con solo gente de color y no lo hizo, pudiendo hacerlo. El ha
podido juzgar a los Africans por todo el daño que causaron a millones de
africanos de piel oscura y encerrarlos en cárceles como se lo merecían, y no lo
hizo. El ha podido perpetuarse en el poder hasta su muerte, pudiendo hacerlo, y
no lo hizo. Mandela tuvo tanto poder en África del Sur, que ha podido hacer las
más desvariadas acciones y nadie lo hubiese detenido, sin embargo no lo hizo.
Solo su sabiduría, su nobleza, su
honradez, su visión, su integridad, su sentido de la realidad, su imposibilidad
de odiar, su capacidad de perdonar y muchas otras virtudes pudieron hacerle un
llamado a su conciencia racional para que actuara bien y le indicara el comino
correcto.
Podría firmarse que el amor por
su patria y por su propia gente fueron determinantes en estas disyuntivas que
suponemos se le presentaron a Nelson Mandela durante su largo periodo de cautiverio
y su época de líder triunfador y poderoso. Al contrario de Fidel Castro, entre
muchos otros líderes políticos de pacotilla; Mandela dejó a un lado las
ambiciones personales, grupales y egocéntricas para contribuir a crear una
nueva nación libre, moderna, poderosa, con justicia e inclusión, para la felicidad
de su gente. Esa ha sido la verdadera enseñanza que dejó Mandela.
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