He
dado una ojeada al extenso y complejo contrato CCT, y pienso que aún para los
trabajadores activos, ese borrador de contrato no llena las expectativas de un
patrono que: es tramposo por naturaleza, que ha permitido que PDVSA esté en
bancarrota, que prefiere vender ganado y hortalizas a buscar y producir
petróleo, cuya junta directiva es mediocre y está de paso, que acostumbra a
improvisar en lugar de planificar, que solo desea seguir en el poder, que no
ofrece un programa nuevo y agresivo de mejorar la producción para contribuir a
sacar a Venezuela del hoyo en que se encuentra, que no cree en los sindicatos
pluralistas, que diseño esa propuesta en base a una ideología socialista, que dicho
sea de paso no cree en el sindicalismo autónomo, al menos que éste se someta a
sus directrices ideológicas.
Firmar
un contrato petrolero de esa extensión y contenido, sin saber ni siquiera si
PDVSA sobrevivirá como tal, luego de los cambios y ajustes que está solicitando
mayoritariamente el pueblo venezolano, es como una falta de cortesía para el
trabajador y para los futuros directivos
de PDVSA y que más temprano que tarde estarían por llegar.
Con
la situación de Venezuela tan volátil e incierta, es preferible esperar los
acontecimientos por venir, antes de firmar un compromiso contractual pactado en
medio de una crisis económica y política, que nos pudiera atar para mal a ese
contrato rojo rojito.
Por
otra parte, ese contrato está diseñado bajo la premisa de que existen grandes
dificultades económicas en Venezuela, en la cual PDVSA tiene alta
responsabilidad; tales como: inflación descomunal, devaluación acelerada y
profunda, existencia de un control de cambio con cuatro o cinco valores del
dólar, aparato productivo de la nación inmensamente disminuido, niveles alarmantes
de importación, deuda pública interna e internacional de proporciones
gigantescas, demandas externas contra PDVSA, etc.
Tales
anomalías económicas, sumadas a las necesidades sociales y problemas políticos
por dilucidar; dificultan enormemente reflexionar con sensatez y equilibrio
para generar un contrato colectivo justo, equitativo, humano y sobre todo
viable de ser cumplido.
Todos
sabemos, que previo al acuerdo y la firma de un contrato colectivo, ha sido
costumbre en Venezuela que se sienten a la mesa de negociación; el gobierno, la
empresa o patrono y los trabajadores, éstos últimos representados por el
sindicato correspondiente. Es notorio y evidente, que en este caso, gobierno y
empresa son la misma cosa. Por otra parte; el representante sindical que dice
representar a los trabajadores petroleros, es una ficha política del gobierno,
a quién debe sumisión.
Cuando
la empresa – en este caso el gobierno -
y el sindicalismo bailan juntos, ¿qué se puede esperar de un contrato
preparado por ambos? Para los amigos ingenuos o desinformados, es bueno aclárarles,
que el socialismo totalitario es un enemigo declarado del sindicalismo. En el
caso de Venezuela no ha desaparecido porqué, al gobierno le conviene utilizarlo
para sus conveniencias, hasta tanto se apodere de la industria privada.
No
es casualidad ni ninguna falacia, que el sindicalismo chavista está siendo
utilizado por el régimen para destruir al sector privado de la economía.
Destruyeron a la empresa de la construcción y otras; y han querido destruir a
las de alimentación, entre otras, a Empresas Polar, lo cual han logrado
parcialmente.
En
socialismo, el sindicalismo no existe como tal. Pareciera paradójico afirmar
que el sindicalismo solo funciona en sistemas económicos de libre mercado o capitalistas,
mientras que en los sistemas socialistas es inexistente. Si alguien tiene dudas
respecto a esta afirmación, pregúntense porque razón no existe en Cuba, ni
existió en la URSS.
Además,
en ese contrato, por el solo hecho de ser PDVSA la empresa más importante del
país y vital para la economía de la nación,
donde el número de empleados ha sido inflado a niveles exorbitantes sin
justificarse a plenitud; implica, que
ese contrato colectivo, por ser tan especial, debe ser sometido a la
consideración del componente político nacional, incluyendo a las minorías
políticas fuera del gobierno, lo cual no ha sucedido ni sucedería.
Mal
que bien, entiendo que los jubilados petroleros tenemos firmado un contrato
colectivo que tiene cláusulas sencillas, prácticas y específicas, el cual
lamentablemente la Junta Directiva de PDVSA no respeta ni cumple con las
obligaciones contractuales contenidas en el mismo. Nosotros no hemos pedido la
firma un nuevo contrato. Solo pedimos que se cumpla el actual por el que nos regimos.
De
haberse cumplido correctamente las responsabilidades para con los jubilados de
AJIP, por parte de los representantes de PDSA que administran nuestro fondo de
pensiones, nuestra solvencia económica estaría cubierta. Hasta pudiéramos tener
fondos anuales para viajar. Como sabemos, PDVSA no cumple. Por el contrario ha
permitido extracciones perversas de nuestro fondo, sin nuestro consentimiento.
Los
jubilados de AJIP, no pedimos limosnas a PDVSA; pedimos que nos cumplan. Ni
siquiera les pedimos que negociemos un nuevo contrato. Con el que tenemos es
suficiente para salvaguardar nuestra calidad de vida, hoy día desmejorado
profundamente por culpa de PDVSA, y por ende, del gobierno.
Entiendo
que hay muchos compañeros jubilados de AJIP cuya situación económica actual muy
desmejorada les hace ver espejismos, y piensan que con ese nuevo contrato se
sacarían la lotería. Yo no lo veo así. Mientras más adornos, bisutería y
complementos ofrezcan en el nuevo contrato, jamás nuestros ingresos mejoraran
con respecto al contrato actual; de cumplir PDVSA con sus responsabilidades
anuales para con nosotros.
Los
jubilados de AJIP, deberíamos rechazar ese intento perverso de querernos
agrupar en el contrato de los trabajadores activos de PDVSA, CCT. Es más, me
atrevo a sugerir que el mismo sea congelado por un tiempo prudencial, hasta
tanto los problemas álgidos del país sean encaminados adecuadamente para darles
soluciones racionales.
No
me extrañaría, que PDVSA esté aprovechando esta oportunidad de vencimiento del
contrato de los trabajadores petroleros para hacer proselitismo político a
través de ese contrato, e intentar ganar la popularidad perdida dentro de sus
mismos empleados por su mala y pésima gestión en la conducción de la empresa
más importante de Venezuela durante 16 años.
Hoy
Venezuela está en emergencia colectiva - digamos que en una etapa de transición
- donde las prioridades son el de recomponer la economía del país. Según
entiendo, primero habrá que resolver el problema de que los poderes del estado funcionen
correctamente, lo cual habrá que hacerlo con un nuevo gobierno democrático.
Luego habrá que sanear a PDVSA, recomponerla y adecuarla para que mejore su
rendimiento, productividad y funcionamiento a niveles razonables. Finalmente
habrá que recomponer al país entero creando industrias, diversificando la
economía, reduciendo el tamaño descomunal de la burocracia estatal, para lo
cual habrá que privatizar a gran parte de las industrias administradas pesimamente
por el actual gobierno.
Esto
significaría que gran parte de los empleados públicos, serían absorbidos por las
empresas privadas nacionalizadas y las nuevas empresas a instalar en el futuro.
Esto tomará algún tiempo lograrlo, razones para aceptar que la situación de los
jubilados y trabajadores de Venezuela es crítica e inestable; y que tendremos
que hacer más sacrificios de los que hemos sufrido, para soñar con un mejor
país y un trato humano y justo de parte de las empresas empleadoras.
Firmar
un contrato colectivo tan complejo como el que se propone, preñado de ofertas y
mejoras salariales donde se habla de tarjetas de ayuda alimentaria TEA con montos superiores a sueldos y salarios,
aunados otros complementos compensatorios, para paliar las muchas necesidades
del trabajador petrolero venezolano; es una utopía que nos puede perjudicar mañana, en lugar de
favorecernos. Un contrato de trabajadores no tiene que ser tan complejo, largo
y tedioso como el que se nos está presentando; de muchísimas páginas y cientos de artículos.
Los
jubilados petroleros tenemos 16 años viviendo de reclamo en reclamo para que
PDVSA cumpla a cabalidad con nuestro contrato colectivo de jubilados de AJIP.
Hemos logrado sobrevivir en condiciones económicas adversas muy limitadas. En
mi opinión nuestro contrato con PDVSA no tiene nada que ver con el contrato de
los trabajadores activos. Nuestro contrato con PDVSA, en caso de que se
requiera actualizarlo y modernizarlo,
debería hacerse por separado.
Ante
la gran incertidumbre política, social y económica existente en el país, quizás
a los trabajadores activos les convenga firmar el contrato propuesto por
razones lógicas de lograr mejoras económicas puntuales actualmente suspendidas
por vencimiento de su contrato con PDVSA. Es mi opinión, que los jubilados
petroleros podemos esperar un tiempo más, hasta que todo se clarifique y
normalice en Venezuela.