Venezuela
tiene varias crisis que impiden que el país evolucione en sus diversas
actividades nacionales con normalidad, eficiencia, eficacia y sentido común.
Los pronósticos de la mayoría de los economistas, sociólogos, historiadores, politólogos
y analistas indican y coinciden; que de seguir así, al ritmo caprichoso que
imprime al país este gobierno; la
situación empeorará a niveles impredecibles.
Los
megaproyectos, las inversiones mayores, los emprendimientos de adecuación y
modernización de los sistemas, infraestructura y servicios básicos que requiere
el país para su desarrollo; están pendientes y paralizados, por no tener un
rumbo definido ni correcto para sacar al país de esta compleja crisis. Los
bancos internacionales y/o empresarios privados de mayor jerarquía a nivel
mundial, no se atreven a dialogar con el gobierno, para auxiliarle invirtiendo
en Venezuela, hasta que se les garantice
seguridad jurídica y política, que protejan sus inversiones y esfuerzos, lo
cual no sería posible lograr con este SISTEMA DE GOBIERNO.
Las
encuestadoras mencionan a la economía, la delincuencia y la inflación; como los
principales problemas que confronta el país. En esas mismas encuestas, entre el
63% y el 87% de los encuestados, piensa
que los pocos problemas mencionados por estas encuestas van por la vía del
empeoramiento. Nada positivo ni esperanzador para el país. Por razones
inexplicables, las encuestadoras sub estiman la gran crisis política,
institucional, ética y moral; que carcome el espíritu de la inmensa mayoría de
los venezolanos.
De
las diferentes opciones que se han planteado
en Venezuela, para la solución definitiva de la crisis que nos abruma;
se ha planteado con cierta timidez, la renuncia del presidente Nicolás Maduro,
seguida del llamado a nuevas elecciones. Esta salida, tiene su asidero en la tesis de no tener que
esperar hasta el año 2019, para cambiar de gobierno, lo cual sería como un
suicidio colectivo nacional; puesto que según los más pesimistas, para esa
fecha no tendríamos país para gobernar.
A esa tesis, habría que agregarle la posibilidad de que de un momento a
otro se pudiera presentar una enorme y descontrolada poblada, que pudiera ser
muy violenta y lamentable; la cual
pudiera llevarnos hasta a una guerra civil, entre supuestos hermanos.
Es
bueno acotar que en un país democrático, ya el presidente Maduro hubiese
renunciado; bien por iniciativa propia u obligado a renunciar por las
instituciones democráticas de ese país. En Guatemala, Honduras y México se ha
pedido la renuncia de los presidentes actuales de esos países democráticos, por
supuestos diversos actos de corrupción e institucionales, que comparados con
los actos indebidos del gobierno de Venezuela, son actos minúsculos
irrelevantes, dada la preeminencia de los problemas que confronta Venezuela. Nicolás
Maduro no renunciará a la presidencia de Venezuela por iniciativa propia. Solo
pudiera renunciar si lo obligan los militares, por solicitud de sus propios
partidarios del PSUV y partidos políticos
que aún le apoyan, y/o por solicitud del pueblo mayoritario de Venezuela
que termine repudiándole.
La
otra vía para cambiar de gobierno – probablemente más larga que la vía de la
renuncia - a la cual han apostado la MUD y los otros
factores opositores independientes; sería la de participar en la elecciones
parlamentarias, ganar estas elecciones y constituirse en mayoría absoluta en el
parlamento. La Asamblea Legislativa controlada democráticamente por la
oposición, podría exigirle legalmente la renuncia al presidente, o plantearle
un diálogo sincero e incondicional para buscarle solución a los graves
problemas que nos aquejan. Sin embargo, se ha presentado un elemento extrañó e
inexplicable como el de no tener aún la fecha para tales elecciones, cuando a la fecha actual, constitucionalmente
y según las leyes que rigen la gestión del
CNE, ya debería conocerse.
Dada la
gran incertidumbre sobre las elecciones parlamentarias, me inclino por insistir
en la renuncia de Nicolás Maduro con mayor entusiasmo y fervor, para salvar a
Venezuela del colapso final. Vivir sin saber ni presagiar lo que pasará en
Venezuela, es un verdadero tormento para todos.
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