Siempre he pensado que el
lenguaje de los políticos y personas públicas en general debe ser lo más
decente posible. Esto por razones lógicas y sensatas de educación básica.
Además, los políticos están expuestos permanentemente a ser entrevistados y
pienso que por ser personas de interés público, por los cargos y posiciones
políticas que ejercen, deben ser racionales y decentes al expresar sus
opiniones e ideas.
La escena grotesca que
presenciamos, donde el presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello utilizando
un lenguaje chabacano y soez denuncio a varios diputados de la bancada del
partido Primero Justicia por presuntamente haber cometido actos ilícitos al
recibir donaciones económicas de personas jurídicas, desenmascaró en forma
clara e incuestionable que existen dos formas de lenguaje en el escenario
político venezolano; el decente y el chabacano.
Tengo dudas cuando intento
explicarme las razones para hablar de la manera tan vulgar, irrespetuosa y
ofensiva en que lo hacen los líderes chavistas. Quizás se deba a que el líder
supremo de su revolución, fue el primero en hacerlo y ya sabemos la adoración
que siente ellos por su líder, al cual intentan copiar y emular en todo.
También me pregunto si es una
nueva forma de hacerse entender por el pueblo e intentar ser pintorescos o simpáticos y parecidos a éste, ya
que como sabemos, el populacho en casi todos los países del mundo es grosero
por excelencia, salvo en contados países desarrollados.
Otra explicación que intento
digerir es la de que posiblemente actúan así por la mediocridad o bajo nivel educación de la mayoría de los
líderes del régimen, razón por las que se les hace difícil expresarse de una
manera decente. No descarto tampoco que lo hagan por complejos bien guardados
al reconocer que el lenguaje de los opositores es correcto y decente, razón por
la que lo califican de aburguesado, de derecha o de oligarcas.
Cualquiera sea la razón que han elegido
para expresarse de esa manera tan ordinaria y grosera ante los micrófonos y
cámaras de televisión, no veo racionalidad en aquellos de la oposición que
intenten imitarlos. Quizás ser grosero y
vulgar, resulte ser más simpático, y en
algunos entornos resulte rentable y beneficioso. Algunos siquiatras aducen que a
veces es saludable hablar de esa manera, para descargar el alto nivel de
stress. Pero hacerlo en público y acostumbrarse a ello, pareciera más bien ser ridículo
y repugnante.
Hablar decente y correctamente no
es necesariamente un lenguaje de amanerados ni de aburguesados. Es una forma de
calidad de vida que muchos adoptan para comportarse como personas dignas,
decentes y respetuosas de sus interlocutores.
En esa grotesca escena a la cual
hice referencia anteriormente, los pocos asambleístas opositores que tomaron la
palabra lo hicieron en forma ejemplar, respetuosa decente y digna, como debe
ser. Ese en mi opinión sebe ser el estilo a utilizar en todos los eventos donde
los líderes de la oposición intervengan. No podría decir lo mismo de la bancada
oficialista.
La esencia de la democracia es la
ofrecer mensajes constructivos no destructivos. Ser populista y pretender
llevar mensajes falsos o vulgares al pueblo es una perversión. El modelaje del
político y del hombre público es una actitud que debe dignificarse, no
prostituirse.
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