martes, enero 08, 2008

El Arte de Callar
Es bien conocido y aceptado por la mayoría de las sociedades del mundo, que el saber hablar en público es una gran virtud en una persona. Para los políticos, los religiosos, los abogados, los vendedores, los educadores, los comediantes, los promotores en general, y para muchísimas otras profesiones y oficios; el hablar bien, es sinónimo de éxito y de poder. Podría afirmarse que el hablar bien es una especie don o arte y quién lo ejerce posee una gran fortaleza humana, y en cierta forma es un privilegiado.
Sin embargo, el que posea esta virtud o don, debe estar alerta ante la tentación de hablar de más y debe poseer, o bien dotarse de la habilidad de saber CALLAR, cuando corresponda. Por lo general, la persona que sabe hablar bien, tiene la tendencia de excederse en ciertos límites. Un buen orador disfruta hablando y por lo general tiene un enorme poder de convencimiento sobre las personas. Por algo, los grandes oradores políticos y religiosos de la humanidad llegan a poseer un encanto tal, que hasta pueden generar histeria en las multitudes de sus seguidores, por sus encendidos y vehementes discursos.
Esta capacidad de convencer y poder llevar a la gente a ciertos extremos de euforia, de éxtasis e identificación plena con el orador de turno y sus mensajes, no deja de tener sus riesgos y peligros, puesto que personas normales pueden ser convertidas en fanáticos políticos o religiosos, con las consecuencias que estos tipos de fanatismo puedan representar. En consecuencia la virtud o don de un buen orador debe ser complementada con una buena dosis de ponderación, responsabilidad sensatez y control, para que ésta sea positivamente enriquecedora y arroje los resultados perseguidos por el orador según sea su causa. Por lo general, a un buen orador, se le hace difícil oír, aceptar y el tener que CALLAR a tiempo. Esa pudiera ser la diferencia entre un gran estadista y un político fanfarrón; o entre un buen pastor y un charlatán.
El arte de hablar es sin duda un arte excelente, pero ¿quién nos enseña el arte de guardar silencio? Pudiéramos afirmar, que el saber hablar y el saber CALLAR son ambos tan importantes, que poseer ambas cualidades o dones es una gran bendición de Dios. Existen muchas experiencias y frases celebres que recogen, lo importante que es el saber CALLAR. Veamos algunas de éstas:
Lo que se deja expresar, debe ser dicho de forma clara; sobre lo que no se puede hablar, es mejor CALLAR. Ludwig Wittgenstein (1889-1951) Filósofo británico, de origen austríaco.
Mejor es CALLAR y que sospechen de tu poca sabiduría que hablar y eliminar cualquier duda sobre ello. Abraham Lincoln (1808-1865) Político estadounidense.
La mitad del mundo tiene algo que decir, pero no puede; la otra mitad no tiene nada que decir, pero no calla. Robert Lee Frost (1874-1963) Poeta estadounidense.
Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a CALLAR. Ernest Hemingway (1896-1961) Escritor estadounidense.
Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y que resisten la tentación de decirlo. James Russell Lowell (1819-1891) Poeta y escritor estadounidense.
En base a lo anteriormente expuesto, luce obvio, que el hablar de más e inoportunamente, pudiera traerle consecuencias desagradables al orador y correr el riesgo de que le manden a CALLAR, o le tilden de ignorante, inmaduro, imprudente, charlatán, locuaz, o simplemente loco.
Las experiencias desagradables que ha tenido y sigue teniendo el presidente Hugo Chávez por hablar de más, parecieran estar indicándole que es tiempo de que debe aprender a oír, escuchar, atender y a…...CALLAR, so pena de seguir cayendo en la escala de la credibilidad, que tanto cuesta restituirla, cuando ésta se pierde.
Para nosotros los venezolanos es una pena y una vergüenza, que nuestro presidente no tenga el equilibrio, sensatez y la ponderación suficientes, como para saber CALLAR a tiempo. Independientemente de que políticamente le adversemos, al fin y al cabo es el presidente de todos los venezolanos y queremos que siempre quede bien y no haga el ridículo, sobre todo cuando se trata de eventos internacionales importantes.
Esa manía o fijación insana de querer romper los records de duración de los discursos de oradores como Fidel Castro y Adolf Hitler, no tiene ningún sentido ni beneficio para su pueblo. Esa tendencia acomplejada y maligna y de intentar descalificar y odiar a quién le adversa o rebate algún argumento suyo, le hace hablar más de lo debido. Esa costumbre de adornar cada frase y parafrasear más de lo debido, a menudo se le revierte como un boomerang. Ese intento permanente y vano de pretender aparentar ser un hombre culto y estudiado, en lugar de ganarse la admiración del observador, lo que hace es despertar sospechas de su inmensa ignorancia. Eso de hablar todo el tiempo de la historia, de nuestros lideres y libertadores, lo que hace es cansar y confundir mas al venezolano y al oyente, respecto a la verdadera historia venezolana; la cual por cierto, el presidente está tozudamente empecinado en modificar.
Por esa obstinación en hablar todo el tiempo y decir lo que no debe decir, el presidente Hugo Chávez pierde aceleradamente el poco de credibilidad que ha tenido y el respeto que se le debe tener a un primer magistrado de la república, lo que sin duda alguna daña la imagen y los intereses del país y en cierta forma, humilla y empaña el gentilicio del venezolano, siempre orgulloso de su origen y de su País, aún en las mas difíciles situaciones.
UN PRINCIPIO PARA CALLAR
La reserva necesaria para guardar silencio en la conducta ordinaria de la vida no es una virtud menor que la habilidad y el cuidado en hablar bien; y no hay más mérito en explicar lo que uno sabe que en CALLAR bien sobre lo que se ignora. A veces el silencio del prudente vale más que el razonamiento del filósofo; el silencio del primero es una lección para los impertinentes y una corrección para los culpables.

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